De vuelta al Ángulo
Foto de "El Faro de Ceuta" |
Un once de octubre de 1995
tuvo lugar el primer gran disturbio relacionado con la inmigración en nuestro
país. Fue en nuestra ciudad, se produjo en El Ángulo, y fue denominado
eufemísticamente como los sucesos del Ángulo. Más de veinte años después, esa
parte de la historia reciente de nuestra ciudad, no ha recibido un análisis
sosegado que diese explicación a esa vergonzosa batalla campal que saltó a las
portadas de todos los medios de comunicación. Las motivaciones que ocasionaron
las protestas de aquellas personas que malvivían en El Ángulo, rodeados de
inmundicia, miseria y pestilencia, eran de sobra conocidas: se quejaban
amargamente de la salida selectiva hacia la península de algunos de sus
compañeros, básicamente de nacionalidad kurda, quedando relegados a una espera
sine die todos los demás que eran de origen subsahariano. Una indignación que
se tradujo en barricadas y un motín que concluiría con más de 150 detenidos y
19 heridos, entre ellos un Policía Nacional que recibió un disparo, que hasta
la fecha, aún no se ha determinado la autoría del mismo. Sí se supo que la bala
había partido de un arma oficial del calibre 9, y que de forma inverosímil se
pretendió atribuir este disparo a los inmigrantes dentro de ese gran clima intoxicado
que propició discursos y sentencias que argumentaban la búsqueda y caza del
inmigrante. Hasta algún líder de la izquierda ceutí lanzó soflamas contra los
subsaharianos: “que se vayan…no veo el inconveniente en rozar la ilegalidad”.
Esa batalla campal se
recordará por la participación de muchos ciudadanos que pasaban por la zona y
que, mediante todo lo que encontraron a mano (hay fotos de archivo donde se ven
a civiles con palos en la mano en los momentos de intervención de las Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad del Estado), espoleados por el clima de confusión, al
grito de “fuera de aquí”, repelían a las personas que desde el miserable Ángulo
también pedían salir de Ceuta. Recuerdo perfectamente reconocer en las imágenes
que se vieron en los distintos informativos a un amigo del barrio que lanzaba
piedras junto a un desconocido desgañitándose con “iros a vuestro país”. La
consigna me resultaba familiar. Era curioso que mi amigo no le dijera nada a su
extraño compañero, porque a él también, en alguna que otra ocasión, le gritaron
lo mismo. No sé, pero tal vez, en ese lugar y momento, un “enemigo común” hizo
que ligara esa extraña alianza. Supongo
que, más bien, ese comportamiento irracional respondía a la necesidad de buscar
culpables por todo lo malo que nos estaba pasando, o tal vez fuese la necesidad
de buscar una identidad social positiva la que le hizo participar en unos
hechos que a todas luces fueron execrables. En aquella fecha el monopolio de la
capacidad coercitiva, el monopolio de la fuerza, fue usurpado de las manos del
Estado y con ello perdió la democracia y nuestro orden político y social. La irracionalidad
se abrió paso en un ambiente de confusión y el odio en forma de palos y piedras
salió a pasear.
Hay que destacar que esa
irracionalidad, unanimidad y emocionalidad colectiva requería de una excusa y
la encontró en esos sucesos del 95. Fue la excusa perfecta para que afloraran
esos sentimientos íntimos que permanecen aletargados, escondidos, disimulados o
reprimidos porque el marco social y legal los rechaza. Fueron unos hechos que
hemos también ocultado en nuestra memoria colectiva, tal vez por vergüenza o
tal vez porque de una forma cómplice, intentábamos borrar toda prueba de lo sucedido; de hecho, curiosamente, nunca se llevó a cabo investigación alguna
sobre lo sucedido y mucho menos se determinó responsabilidad alguna. Era una especie
de purga de la que, al día siguiente, ya no se podía hablar.
El Ángulo actualmente se ha
convertido en un lugar de referencia turística y de ocio en nuestra ciudad
borrando definitivamente el recuerdo de la presencia de esos desheredados que
organizaron el motín. El Ángulo como lo conocimos ya no existe, pero esos
sentimientos que llevaron a muchos de nuestros conciudadanos a participar en
uno de los episodios más feos de nuestra historia, perviven. No hace falta más
que darse una vuelta por las redes sociales para comprobar que siguen ahí y que
se evidencian cada vez que la Red recoge noticias sobre saltos, vallas e
inmigrantes, si me permitís la licencia, “salta” el odio cada vez que se
publica algo. Lo más triste, de nuevo, es leer como gente bondadosa, de orígenes
humildes y/o pertenecientes a minorías castigadas, acompañan a esos apóstoles
del odio asumiendo como ciertos los argumentos falaces y malintencionados de
quienes solamente aspiran a tener la oportunidad de participar en otra purga.
En esto, el Ángulo aún vive.
Muy buen artículo hermano Moha
ResponderEliminar