Recuperar nuestra memoria
A
pesar de estar avisados de su relevancia, las denominadas “fake
news” (mentiras de toda la vida) siguen ejerciendo un enorme poder
en las decisiones personales, a través de la propaganda política y
su construcción de “pseudorrealidades”. En el tiempo de la
“posverdad”, el bulo se ha evidenciado como un instrumento
político muy potente. Y también muy peligroso.
En
Ceuta, uno especialmente insultante hacia el colectivo musulmán ha
atravesado la campaña durante las pasadas elecciones municipales y,
aun habiendo leído, escuchado y repelido muchos de los discursos de
una extrema derecha en auge, la infamia, en este caso, ha provenido
de la izquierda. Concretamente, esa “izquierda blanca” sobre la
que he escrito en muchas ocasiones, granjeándome ciertos recelos
incluso entre mis propias amistades. Al grano. En un mensaje de
whatsapp (anónimo) que acabó reenviado a mi móvil se argumentaba
que “gracias al PSOE nuestros abuelos y padres accedieron a la
nacionalidad española” y que, en consecuencia, teníamos que
responder, a modo de reconocimiento, yendo a votar por el partido
encabezado por Felipe González en la década de los ochenta. No es
la primera vez que se plantea este argumento; lo que ocurre es que,
hasta ahora, quien lo usaba, precisamente como arma arrojadiza contra
la izquierda, había sido la parte más reaccionaria de nuestra
sociedad, señalando, desde una perspectiva racista, al “regalo”
de las nacionalidades como origen de muchos de los problemas sociales
que nos atañen.
Curioso.
La derecha y la izquierda se ponen de acuerdo para adjetivar como
mero “regalo” los duros procesos de ciudadanía que
protagonizaron los colectivos musulmanes de Ceuta y Melilla. Así, en
su planteamiento, amputan la realidad y niegan nuestra capacidad como
sujeto político, relegándonos a un papel secundario y sumiso.
Ambos, desde el más profundo prejuicio, nos presentan como un
colectivo sin voluntad propia y con nula conciencia política, al que
guiar y dirigir. Nos amputan nuestra historia. Nos hurtan la memoria.
Tratan de impedir que podamos reconocernos colectivamente frente al
espejo.
Es
necesario refutar sus argumentos. No, no nos han regalado nada. Los
movimientos sociales de las minorías en las ciudades autónomas, mal
llamadas “nacionalidades” para atenuar y caricaturizar su
importancia en sus historias recientes, protagonizaron una intensa
lucha por la conquista de unos derechos civiles y políticos que
habían sido injustamente denegados. Como consecuencia de la entrada
de nuestro país en la CEE, nuestro gobierno tuvo que aprobar
urgentemente una ley contra la entrada masiva de inmigrantes a Europa
y, al objeto de evitar la permanencia en territorio español de
aquellos ciudadanos extranjeros no comunitarios, nació la Ley de
Extranjería de 1985. Una ley que permitía a los inmigrantes
procedentes de países con especiales lazos históricos con España
la posibilidad de adquirir la nacionalidad en un breve periodo de
tiempo. En esta excepción a la norma se incluía a portugueses,
latinoamericanos, filipinos, sefardíes, andorranos o ecuatorianos,
pero nada se decía sobre los colectivos musulmanes de Ceuta y
Melilla, a pesar de que, en aquel momento, más del 75% eran
ciudadanos que habían nacido en ambas ciudades. Así, con el único
documento oficial (si se le puede dar esa consideración
administrativa) llamada “tarjeta estadística”, que sólo tenía
validez en ambas ciudades y que se otorgaba a familias enteras y no
de forma individual, miles de ceutíes y melillenses se convertían,
de la noche a la mañana, en apátridas.
Es
ahí cuando se inician una serie de movimientos civiles,
negociaciones con el gobierno de la nación y el defensor del pueblo
y manifestaciones en la calle (en Melilla, más de 7.000 personas se
manifestaron en contra de la ley) que culminarían con el
reconocimiento del derecho a miles de ceutíes que hasta la fecha
sólo eran mano de obra barata y un número de registro que no
otorgaba derecho alguno. No fue fácil. Costó mucho e incluso hubo
un muerto en Melilla, fruto de las cargas de las fuerzas de
seguridad, como así recogió el periódico El País en su edición
de 9 de febrero de 1987. No, no nos han regalado absolutamente nada.
Parte
de la opinión pública internacional, que tildó de xenófoba la ley
contra la que se luchaba, contribuyó a aumentar la presión sobre el
gobierno socialista, que tuvo que acabar reconociendo lo evidente. La
declaración de inconstitucionalidad por el Tribunal Constitucional
de tres de los artículos de la famosa ley marcó un cambio de la
doctrina constitucional en materia de extranjería hacía una línea
más progresista. Mientras tanto, en Melilla, el PSOE organizaba una
manifestación a favor de la ignominiosa e inconstitucional ley, no
dudando en aliarse con Alianza Popular (el actual PP) y el Partido
Nacionalista de Melilla (extrema derecha) para, bajo el lema “Por
la constitución, los derechos humanos: sí a la ley de extranjería”,
sacar a más de 40.000 ciudadanos que, al grito de “Melilla para
los españoles” y “Viva España”, ondeaban la bandera nacional
contra un colectivo que, precisamente, lo único que exigía era ser
también considerado español.
No,
nos regalaron nada y sí, sí es útil manifestarse y luchar por
aquello que es justo. No tenemos nada que agradecerles. Fueron
nuestros padres y madres, nuestras abuelas y abuelos quienes
protagonizaron aquellos procesos de ciudadanía. Fueron unos momentos
duros que encontraron a hombres y mujeres a la altura de unos tiempos
que exigían valor y compromiso.
Que
no te roben lo único que tienes. No permitas que parte de la memoria
de nuestra ciudad sea amputada. No consientas que te digan que “nos
hicieron un favor”; no consientas que te roben tu identidad; no
permitas que te conviertan en un doméstico.
Historia q se le olvida a muchos.
ResponderEliminarMuy buena reflexión, llena de verdades.