Culpar a los desempleados
Lo que más ha “sorprendido” al Gobierno de la Ciudad del
informe sobre el mercado laboral que ha realizado el Catedrático de la
Universidad de Granada, Joaquín Aranda, ha sido que, aproximadamente, la mitad
de la población desempleada ceutí no dispone de estudios primarios. Tras el
asombro inicial, y en un ejercicio de simplicidad obscena y cinismo insultante,
nos han deleitado con una receta magistral que terminará con el paro, misma
receta, por cierto, con la que algunos nos dicen —cada vez que hay un atentado—
que se solucionará el problema del terrorismo: Educación, Educación y
Educación. Brillante.
Nadie cuestiona el papel de la Educación como elemento
fundamental de acceso a la vida laboral. Esto está fuera de todo debate. Sin
embargo, el significado que le otorgamos al hecho de que la Educación sea un
Derecho sí es algo que se encuentra permanentemente en disputa. Mientras
algunos lo consideramos como un derecho social y colectivo, otros lo
interpretan como un mero servicio individual (que se garantiza únicamente
ofreciendo plazas escolares) y orientado en exclusiva a la proporción de mano
de obra funcional al mercado laboral global. Se prioriza la “función selectiva”
frente a la “función educativa”, dejando de lado aquello en que debería
consistir cualquier proceso educativo: la formación de ciudadanos críticos. Se
potencian actitudes como la competencia (frente a la solidaridad y la
cooperación), el individualismo (frente al sentimiento comunitario) y el éxito
(frente a la honradez y la justicia), obteniendo así un sistema social basado
en una supuesta “meritocracia” que, en realidad, constituye un maquillaje del
desprecio inconfesable hacia los que quedan atrás, ratificando y sancionando la
desigualdad como algo merecido. Se justifica así un desplazamiento de las
causas del desempleo y de la pobreza.
Esto es exactamente lo que ha hecho el Gobierno del PP en
Ceuta. Ha encargado un informe que le sirve de descargo de responsabilidades.
Las causas han pasado a ser “culpas”: “Si no encuentras trabajo, se debe única
y exclusivamente a tu despreocupación, tu falta de talento, es, en definitiva,
tu culpa”. Esta caricaturización de los menos pudientes, de los que han quedado
“fuera de”, hace más fácil justificar el mayor nivel de desigualdad social
conocido en la reciente historia democrática de nuestra ciudad. Parece ser que
las dos décadas de Gobierno de Vivas (recordemos que encontró una cifra de
parados cercana a los 3.000 y que actualmente esta cifra es superior a los
14.000) nada han tenido que ver en la cronificación del desempleo y su
consecuencia inmediata: la pobreza. Según el Partido Popular, no ha hay pobres
ni víctimas de un modelo ineficaz; hay “losers”, perdedores que se merecen lo
que les ocurre por no haber sabido “buscarse bien las habichuelas”.
Ante la simplicidad del problema y la inequívoca solución
que señala el Gobierno, sería lógico pensar que esas 14.000 personas
desempleadas deberían incorporarse nuevamente al sistema educativo y que, tras
la “certificación académica” de sus aptitudes, encontrarán trabajo de forma
inmediata, llegando Ceuta, de manera sencilla, a una situación de pleno empleo.
Un planteamiento infantil que, estoy absolutamente seguro, no era la reflexión
que quería lanzar el Gobierno a la opinión pública. No, este Gobierno no es
infantil, irresponsable o ingenuo, eso le haría parecer inocente. Este Gobierno
sabe que, en el actual ambiente enrarecido, culpabilizar a los que menos
oportunidades tienen y señalar que la pobreza y el desempleo se deben a una
cuestión de comportamiento individual y no a estructuras sociales y culturales
derivadas de decisiones políticas y económicas, no sólo encuentra fácilmente su
lugar en el seno del discurso dominante, sino que sirve para que su
incompetencia les salga gratis.
Digamos
la verdad. La gente no encuentra trabajo en Ceuta, simplemente, porque no hay
empleos suficientes y porque los que existen son repartidos en esa red
clientelar del sector servicios que instrumentaliza el Gobierno para
perpetuarse en el poder. No, este Gobierno no es inocente; este Gobierno es muy
responsable de la distribución diferencial del trabajo, de la invisibilización
de la clase trabajadora, y del diseño de un desempleo en consonancia con la
polarización cultural de la que se sirve políticamente.
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