Retroalimentación del sistema
Seguridad y
“limpieza” fueron dos de los reclamos electorales del GIL de Sampietro cuando
aterrizó en Ceuta, una ciudad “cansada de sus gobernantes y abierta a un nuevo
cambio”, como la describía el propio ex Alcalde en la biografía que le publicó
Ediciones Ceitil. Casi dos décadas después, los ingredientes fundamentales para
despertar a la bestia en aquel entonces no nos resultan ajenos. Más al
contrario, la simpleza en el mensaje, su apelación a las entrañas y a los bajos
instintos, la vuelta a un antiguo “orden” mitificado y la adopción falsaria de
los componentes “antiestablishment” de las luchas populares gozan de
inmejorable salud en la reacción.
La extrema
derecha navega hoy sobre un vehículo autorizado: el populismo de creciente
éxito en Europa y de resultados sorprendentes en Estados Unidos. En Ceuta, como
señalaba, ya hemos tenido experiencias en el pasado. Ahora, se abre un
escenario propicio para que la actual impronta del PP (que ya no basta para
retener entre sus bases a esa gente que reclama dureza, contundencia, y
ruptura) se encamine a reproducir expediciones de tan nocivas consecuencias.
La gran masa
social que se quedó a tan sólo 80 votos de otorgar la mayoría absoluta al GIL
ha permanecido oculta entre el electorado del PP. Sin embargo, hace ya tiempo
que no esconde su malestar con lo que perciben como una política excesivamente
condescendiente con la diversidad de Ceuta. Una política, por supuesto,
culpable de las crecientes cifras de paro, de la enorme sensación de
inseguridad en constante crecimiento y, sobretodo, de una pérdida de valores tradicionalmente
protegidos y venerados. Los gestos que antes servían para producir unidad se
vuelven hoy inútiles, produciéndose una sensación de “divorcio” fácilmente
aprovechable por cualquier salvador que, de manera inteligente, se sirva del
odio y el miedo al diferente como elementos necesarios para un discurso
fundamentado en la ilusión de un futuro sin diferencias, sin conflicto y, por
ende, sin política.
Ya hemos
asistido a manifestaciones públicas en esa dirección; cabe pensar que el
siguiente paso lógico será la cristalización de una nueva alternativa política
capaz de liderar tal “demanda popular”. Sin embargo, esto no tiene por qué ser
así. No debemos perder de vista que nuestro país es actualmente una plutocracia
donde los intereses económicos de la clase dominante prevalecen por encima de
cualquier otra cuestión. No en vano, si la experiencia gilista en Ceuta terminó
en fracaso fue, precisamente, por no contar con la bendición del poder
económico.
Si bien el GIL
recibió un importante apoyo popular, también reclutó la enemistad de muchos
sectores aparentemente diferentes. Se puso en marcha entonces una maquinaria
sin precedentes en la historia democrática de nuestra ciudad: una trama
económica disfrazada de transfuguismo y contra-transfuguismo, de intereses
personales y conspiraciones políticas desde las cloacas, con detenciones y
procesos judiciales que concluyeron con la llegada al poder del PP de Vivas.
¿Qué podría impedir que actualmente esos mismos poderes plantearan otro cambio
desde dentro, es decir, que orquestasen con todos sus medios (sin exclusión
alguna) otra metamorfosis del actual instrumento? La respuesta es clara: Nada.
Sólo hay un requisito y es que el beneficio económico siga cayendo al mismo
lado. Cambiar todo para que nada cambie.
Es detrás de
esas dinámicas sistémicas que parecen operar a un nivel subterráneo, conectadas
entre sí por algo que no podemos percibir, donde se encuentra el verdadero
peligro. Somos rehenes de una plutocracia que ha logrado que se elija a los
gobernantes más favorables a sus intereses. Esta es la realidad actual, pero
podemos cambiarla si tomamos conciencia de que el conflicto, la diversidad y el
disenso son consustanciales a la política y a la vida misma. Podemos hacer
mucho más de lo que pensamos.
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